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martes, 30 de abril de 2013

CICLISMO: Un día corriendo el Desafío al Valle del Río Pinto

El Desafío al Valle Río Pinto fue, otra vez, un espectaculo. (Foto: La Voz)El desafío del Desafío es llegar. El sol del mediodía se clava de punta. Faltan 300 metros de esa durísima trepada de siete kilómetros entre San Marcos y el Mirador, a 50 kilómetros de carrera. En el silencio del grupo que sube trabado esperando la botellita de agua en el puesto de hidratación, se escucha: “O venía acá o me iba a comer de mi suegra. Elegí esto”. Escucho carcajadas. Sonrío y me quiero dar vuelta para felicitar al autor de la ocurrencia, pero lo único que puedo hacer es seguir haciendo fuerza para llegar a la bajada.
Esa es la onda de correr el Desafío del Río Pinto, esa competencia que nos hace sentir un par de veces por año a simples pedaleadores de fin de semana, corredores de Mountain Bike. Y hacer los 82,6 kilómetros con toda la pasión y entrega de un profesional, pero agregándole humor, espíritu amical, gesto solidario. El pedaleo como un estilo de vida.
La cifra récord de corredores (más de 4.500) se siente en el largo y complejo trayecto. Hay que andar con mucho cuidado, todos bastante apretados buscando las partes lisas del camino, sin piedras ni serruchos, y bien concentrados y equilibrados para no rozar a nadie.
Este año el recorrido estaba un poco más complicado. Las bajadas muy lavadas, mucha piedra, cortadas pronunciadas. Tal vez por eso los profesionales hicieron un poco más de tiempo, mientras algunos amateurs nos dimos el gustazo de bajar registros de años anteriores.
El entrenamiento sigue siendo la clave. Uno se cruza con todo tipo de gente, antes, durante y después de la carrera; hombres y mujeres, setentones y adolescentes, atléticos y bien entrados en kilos, y todos coinciden en que para llegar hay que entrenar. Y tan importante como eso es que la cabeza lidere y acompañe el esfuerzo del cuerpo.
Y como ocurre siempre, el desafío del Desafío es llegar. La sensación de cruzar la meta, que te cuelguen la medalla, es indescriptible. Uno siente que tiene una presea de un Juego Olímpico. Es cuando la embarrada camiseta con el glorioso escudo del club Lautaro Roncedo late al ritmo de un corazón que está al máximo en pulsaciones. Y uno vuelve a ser inmensamente feliz después de tanto esfuerzo. Como aquel que eligió correr el Pinto antes que ir almorzar con la suegra.
Aquí, un video con lo mejor de la jornada en La Cumbre: 
FUENTE: (http://mundod.lavoz.com.ar) - FOTO: (La Voz).- 

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