Día académico. Luego de 13 años, el club de Avellaneda se consagró como el mejor del fútbol argentino. El mismo día fue reelecto el presidente Blanco.-Por Daniel Guiñazú, especial desde Buenos Aires:
Todo cuanto pueda decirse y contarse en estas líneas resultará insuficiente para describir o reproducir la emoción profunda que se vivió ayer en el viejo Cilindro de Avellaneda. Hay sensaciones futboleras que más que contadas, deben ser vividas para saber de qué se trata. Y Racing Club campeón en su casa y delante de 65 mil de sus hinchas es una de ellas.
Después de 13 años de sequía, la Academia logró su octavo título profesional y el último de la era de los torneos cortos. La fiesta estuvo a la altura exacta de semejante logro. Y cuando se escribe fiesta no se hace referencia a la celebración final, a la entrega del trofeo, ni a toda la ceremonia que se extendió casi una hora después del cierre del juego.
Parte de Avellaneda estuvo de fiesta todo el día. Desde muy temprano con las elecciones que consagraron a Víctor Blanco como presidente de Racing hasta 2017. Y con los miles de hinchas y socios racinguistas que, primero, se acercaron a votar a la sede de la avenida Mitre y luego, se reunieron en las puertas del estadio, a la espera de que se abrieran las puertas a las 15, para poder ingresar rápido y copar los mejores lugares.
Siguió la fiesta con la previa larga, con las tribunas repletas dos horas antes del partido, con el gol de Ricardo Centurión a los 3 minutos del segundo tiempo, con la ansiedad y los nervios de los últimos minutos, con el pitazo final del árbitro Diego Ceballos y con las lágrimas, los abrazos, la alegría y todo el desborde emocional que es capaz de provocar un título de campeón en un equipo tan grande como poco acostumbrado a este tipo de alegrías, tan comunes para otros, acaso con mucha menos historia y convocatoria que la Academia.
La fiesta no paró nunca, pareció inacabable. A la medianoche, mientras en el Cilindro se seguía celebrando, dos multitudes, una frente a la sede del club en Avellaneda y otra alrededor del Obelisco porteño, siguieron cantando, bailando, saltando y renovando su ciega fe académica. Como en la cancha, ricos y pobres, hombres y mujeres, jóvenes y adultos, se olvidaron por una noche de sus diferencias y gritaron ese “dale campeón...” con el que se dejaron atrás tantas jornadas de frustración y desencanto.
Porque es eso lo que distingue la consagración de Racing de otras que han habido. El hincha académico es el más golpeado de todos, el más sufrido. Muchas veces ha creído y muchas más lo han decepcionado. Sin embargo, en las buenas y en las malas, siempre estuvo y nunca retaceó su apoyo y su aliento.
Por eso, cuando celebra, las pocas veces que le toca, celebra con todo, sin reservas, sin guardarse nada. Sin siquiera saber cuándo será la próxima. Y si en el próximo almanaque no lo está esperando otra puñalada traicionera del destino. De las tantas que ha recibido en los últimos 45 años.
Celebra Racing. El reloj de su historia marca una nueva hora gloriosa. Ya llegará el momento de sopesar fríamente los merecimientos futbolísticos. Ahora, sus miles de hinchas desparramados en todo el país, sólo quieren festejar. Viven el sueño de ser campeones. Se lo tienen merecido.-
FUENTE: (http://mundod.lavoz.com.ar) - FOTO: (DyN).-
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